La niña abrió sus ojos pardos y sonrió al toparse con el rostro de sus madre. Ella le devolvió la sonrisa con la ternura que solo una madre puede tener, le beso la frente.
- Baja cariño, hay una sorpresa esperándote abajo.
La niña se sobo los ojos con sus pequeñas manitas, debería tener unos 5 años por lo menos. Se quito las sabanas que cubrían su cuerpito y se dirigió al baño que estaba al lado de su habitación.
Abrió la llave del grifo y lavo su cara, seco sus manos con la toalla que se encontraba a su derecha y salio del baño. La pequeña se metió de nuevo a su cuarto, esta vez para cambiase y hacerse el gracioso - y adorable - peinado de dos coletas altas.
Notablemente ella estaba emocionada, bajo corriendo las escaleras dando un salto para no tener que bajar los dos últimos escalones. Corrió hasta llegar a la cocina en la que su mamá estaba sentada frente a un gran paquete con un lazo en la tapa.
- No es mi cumpleaños, ¿verdad? - pregunto inocentemente la niña.
- No, mi amor. Abre tu regalo, vamos - animó la madre.
La niña dio saltitos hasta llegar a la mesa, donde miro el regalo muy intrigada y finalmente se lanzo sobre el. La niña desgarraba cualquier rastro de papel que envolvía al objeto, no quería dejar nada de el.
- Tranquila, pequeña.
Pero la niña no hizo caso a las palabras de su madre y siguió ocupada con el papel de regalo. Cuando por fin llego a arrancar cada pequeño pedazo de papel sobrante, dio con una pequeña caja de cartón: dentro se encontraba su regalo.
La niña saco con cuidado el objeto que se encontraba dentro de la caja, era una bola de nieve de cristal con un oso encerrado.
- ¿Que es esto, mami?
- Ven aquí, pequeña.
La madre tomo a la niña entre sus brazos y la levanto hasta sentarla sobre su regazo.
- Vivimos en Miami, aquí nunca hay nieve - comenzó la madre - Sabia que estabas muy ilusionada porque nos mudaríamos a Nueva York y por fin podrías ver la nieve, pero me temo... que ese sueño tuyo tendrá que esperar.
La madre le dirigió a la niña una mirada de suma tristeza, como si quisiera pedirle perdón por no poder llevarla a conocer la nieve.
- Pero papá...
- Tranquila cariño, no dejare que nada te pase. El no podrá encontrarnos
La pequeña asintió con la cabeza, pero aun se notaba insegura. Al notar esto, la madre abrazo a su hija mientras susurraba en su oído que la protegería con su vida si es que fuera necesario.
- Mami, ¿que pasara con papá? - pregunto la niña aun sin sacar la vista de su bola de cristal.
- Papá tendrá que estar alejada de nosotras por un tiempo - trató de decir suavemente - Ahora solo somos nosotras dos - finalizo con una sonrisa.
La niña asintió dudosa, lo que su padre habia tratado de hacer con ellas habia estado mal, ¿pero porque tenia que estar alejado de ella como decía su mami?.
- Mami, iré a dejar mi regalo en mi habitación - aviso.
Salto de las piernas de su madre hacia el piso y corrió nuevamente, escaleras arriba, hacia su habitación. Empujó la puerta y se aproximo rápidamente hacia su pequeño tocador donde dejo la bola de cristal a un lado del espejo.
Ella estaba fascinada, maravillada con la belleza que puede tener la nieve aunque no sea real. Se imagino a ella junto a su madre en Nueva York, rodeadas de nieve, jugando entre ellas. Estiro los brazos y cerros los ojos imaginando la escena, era realmente encantadora, el mundo perfecto para ella, pero rápidamente se dio cuenta que aun estaba en su pequeña habitación en Miami. Bajo los brazos y suspiro resignada, su sueño habia sido tan bonito...
- ¡Hija, baja! - llamo su madre.
- ¡Ya voy! - contesto.
Le dio una ultima mirada a la bella bola de cristal con el osito dentro y salio de su habitación. Corrió lo mas rápido que pudo a través de los pasillos y las escaleras para poder llegar con su madre, no importaba donde estuvieran mientras estén juntas y sin su amenazante padre.
- ¡Aquí estoy! - grito apenas entro en la cocina.
No sabia que habia pasado, la imagen que se formaba ante sus ojos era turbia y muy confusa. Él estaba parado frente a su temblorosa madre - que solo podía atinar a ver sorprendida a aquel hombre - mientras sontenia con sus manos una carpeta bastante gruesa.
- ¿Que esta pasando, mamá? - pregunto la niña apenas pudo salir de su asombro.
- Hija, te presento al Sr. Akerman. El nos ayudara a alejarnos de tu padre - explico.
La pequeña ladeo la cabeza en señal de que no habia entendido la oración de su madre. ¿Alejarse de su padre?. Ella creía que el asunto ya estaba mas que arreglado. Su padre habia enloquecido hasta el punto de golpear a su madre y a ella, y eso la ponía muy triste.
- ¿A donde nos llevara? - pregunto queriendo despejar sus dudas.
- A ti, mi cielo, a ti...
Ahora entendía mucho menos. ¿Se la llevarían a ella y no a su madre?. ¡No!. No quería alejarse de su madre, no quería quedarse sola...
- ¿Y tu mami? - pregunto, esta vez muy preocupada por lo que pasaría con su mamá
- Yo estaré bien, hija. Soy una adulta - recordó.
- ¡No!. Yo quiero quedarme con mi mamá - grita la niña apunto de llorar.
Corrió a abrazar a su madre. Ahora podía ver mas de cerca al elegante Sr. Akerman. Era mas viejo de lo que aparentaba hace unos segundo antes de que ella se acercara mas, su ceño fruncido solo lo hacia ver mas serio de lo que su terno ya lo hacia y esos lentes oscuros lo hacían parecer mas de esas películas de agentes secretos que le gustaban tanto.
- Sra. Tanner, solo necesito que firme los papeles y podremos llevarnos a su hija - el hombre saco de su carpeta de documentos una hoja impresa y la deslizo sobre la mesa hasta quedar frente a su madre.
La mujer tomo el documento, lo levanto para observarlo mejor, miro al Sr. Akerman y luego a su hija que se negaba a despegarse de ella mientras dejaba salir de sus ojitos marrones unas cuantas lagrimas.
- Estarás bien, yo lo se - le susurro acariciando su cabecita.
La Sra. Tanner tomo un bolígrafo que el Sr. Akerman habia puesto al lado del documento y firmo el papel, luego miro de nuevo a su pequeña hija y trato de convencerse que lo que estaba haciendo era lo correcto para así tratar de que el dolor de separase no sea tan grande.
- No sera por mucho, amor.
Pero la pequeña ya no hacia caso a lo que su madre le decía para calmarla, ella simplemente habia dejado de escuchar para echarse a llorar sobre el regazo de ella.
- ¡Mamá yo quiero estar contigo! - gimoteaba la niña sin soltar a su madre.
- No te preocupes, nena. ¡Estarás en Nueva York!. ¡Veras la nieve! - trataba de animar, pero a cada palabra de la madre, la niña solo aumentaba su llanto.
La madre de la pequeña hizo una seña con su cabeza para pedirle al Sr. Akerman que las dejara solas para poder despedirse. Ella tomo a su hija entre sus brazos y ambas se fundieron en un abrazo lleno de amor, deseando que no sea el ultimo.
- ¡Mama no me dejes! - pedía la niña
- Es lo mejor para las dos, hija. Si estamos separadas él no podrá encontrarnos tan fácilmente.
- ¡Yo quiero estar contigo!
Al darse cuenta que su hija no haría nada mas que llorar, la madre solo podía abrazarla y darle todo el cariño que podía en esos minutos de despedida.
- Todo va a estar bien, hija - le susurraba una y otra vez con la esperanza de que su ángel deje de llorar.
Pasaron varios minutos antes de que la pequeña deje de llorar y asimile todo lo que estaba pasando. Ya habia empacado sus cosas, su madre le habia dicho que se llevara solo lo esencial, por lo que ella solo habia tomado una mochila y lo habia metido todo allí.
- ¿Estas lista? - pregunto cuando vio a su hija lista para salir.
La niña no respondió, solo miraba el suelo y de vez en cuando sorbía por la nariz. Esta no era la forma de arreglar las cosas y su madre lo sabia. Desde que pusieron la denuncia contra su padre las cosas habían empeorado para ellas. La policía no habia podido atraparlo y ahora estaba vagando por las calles en su búsqueda, quien sabe para que.
- Vamos, mi amor. Iré a visitarte cuando pueda, cuando arregle todas estas cosas y podamos estar juntas de nuevo.
- ¿Lo prometes? - la pequeña sentía un poco de esperanza luego de las palabras de su madre.
- Lo prometo - beso a su hija en la frente y la acompaño hasta la puerta.
El Sr. Akerman ya se encontraba listo para partir. Cuando vio a la niña salir, tomo su mochila y le abrió la puerta trasera del auto para que subiera. Cuando ella lo hizo, el cerro la puerta y se se metió directo en el asiento del conductor.
La niña pego su mano a la ventana y su madre hizo lo mismo. Ella le sonrió y susurro algo que no puedo escuchar, el auto se empezaba a mover dejando atrás a su madre.
Recostó su cabeza en la parte posterior del asiento y su mirada se vio perdida en la nada. No podía creer todo lo que habia pasado en el día que por fin podría ver la nieve caer, parecía irreal, parecía todo un mal sueño. Pero el dolor que sentía por haberse alejado de su madre le hizo saber que todo era real. Su padre era una mala persona que las estaba buscando y necesitaban protegerse, su padre...
Notablemente ella estaba emocionada, bajo corriendo las escaleras dando un salto para no tener que bajar los dos últimos escalones. Corrió hasta llegar a la cocina en la que su mamá estaba sentada frente a un gran paquete con un lazo en la tapa.
- No es mi cumpleaños, ¿verdad? - pregunto inocentemente la niña.
- No, mi amor. Abre tu regalo, vamos - animó la madre.
La niña dio saltitos hasta llegar a la mesa, donde miro el regalo muy intrigada y finalmente se lanzo sobre el. La niña desgarraba cualquier rastro de papel que envolvía al objeto, no quería dejar nada de el.
- Tranquila, pequeña.
Pero la niña no hizo caso a las palabras de su madre y siguió ocupada con el papel de regalo. Cuando por fin llego a arrancar cada pequeño pedazo de papel sobrante, dio con una pequeña caja de cartón: dentro se encontraba su regalo.
La niña saco con cuidado el objeto que se encontraba dentro de la caja, era una bola de nieve de cristal con un oso encerrado.
- ¿Que es esto, mami?
- Ven aquí, pequeña.
La madre tomo a la niña entre sus brazos y la levanto hasta sentarla sobre su regazo.
- Vivimos en Miami, aquí nunca hay nieve - comenzó la madre - Sabia que estabas muy ilusionada porque nos mudaríamos a Nueva York y por fin podrías ver la nieve, pero me temo... que ese sueño tuyo tendrá que esperar.
La madre le dirigió a la niña una mirada de suma tristeza, como si quisiera pedirle perdón por no poder llevarla a conocer la nieve.
- Pero papá...
- Tranquila cariño, no dejare que nada te pase. El no podrá encontrarnos
La pequeña asintió con la cabeza, pero aun se notaba insegura. Al notar esto, la madre abrazo a su hija mientras susurraba en su oído que la protegería con su vida si es que fuera necesario.
- Mami, ¿que pasara con papá? - pregunto la niña aun sin sacar la vista de su bola de cristal.
- Papá tendrá que estar alejada de nosotras por un tiempo - trató de decir suavemente - Ahora solo somos nosotras dos - finalizo con una sonrisa.
La niña asintió dudosa, lo que su padre habia tratado de hacer con ellas habia estado mal, ¿pero porque tenia que estar alejado de ella como decía su mami?.
- Mami, iré a dejar mi regalo en mi habitación - aviso.
Salto de las piernas de su madre hacia el piso y corrió nuevamente, escaleras arriba, hacia su habitación. Empujó la puerta y se aproximo rápidamente hacia su pequeño tocador donde dejo la bola de cristal a un lado del espejo.
Ella estaba fascinada, maravillada con la belleza que puede tener la nieve aunque no sea real. Se imagino a ella junto a su madre en Nueva York, rodeadas de nieve, jugando entre ellas. Estiro los brazos y cerros los ojos imaginando la escena, era realmente encantadora, el mundo perfecto para ella, pero rápidamente se dio cuenta que aun estaba en su pequeña habitación en Miami. Bajo los brazos y suspiro resignada, su sueño habia sido tan bonito...
- ¡Hija, baja! - llamo su madre.
- ¡Ya voy! - contesto.
Le dio una ultima mirada a la bella bola de cristal con el osito dentro y salio de su habitación. Corrió lo mas rápido que pudo a través de los pasillos y las escaleras para poder llegar con su madre, no importaba donde estuvieran mientras estén juntas y sin su amenazante padre.
- ¡Aquí estoy! - grito apenas entro en la cocina.
No sabia que habia pasado, la imagen que se formaba ante sus ojos era turbia y muy confusa. Él estaba parado frente a su temblorosa madre - que solo podía atinar a ver sorprendida a aquel hombre - mientras sontenia con sus manos una carpeta bastante gruesa.
- ¿Que esta pasando, mamá? - pregunto la niña apenas pudo salir de su asombro.
- Hija, te presento al Sr. Akerman. El nos ayudara a alejarnos de tu padre - explico.
La pequeña ladeo la cabeza en señal de que no habia entendido la oración de su madre. ¿Alejarse de su padre?. Ella creía que el asunto ya estaba mas que arreglado. Su padre habia enloquecido hasta el punto de golpear a su madre y a ella, y eso la ponía muy triste.
- ¿A donde nos llevara? - pregunto queriendo despejar sus dudas.
- A ti, mi cielo, a ti...
Ahora entendía mucho menos. ¿Se la llevarían a ella y no a su madre?. ¡No!. No quería alejarse de su madre, no quería quedarse sola...
- ¿Y tu mami? - pregunto, esta vez muy preocupada por lo que pasaría con su mamá
- Yo estaré bien, hija. Soy una adulta - recordó.
- ¡No!. Yo quiero quedarme con mi mamá - grita la niña apunto de llorar.
Corrió a abrazar a su madre. Ahora podía ver mas de cerca al elegante Sr. Akerman. Era mas viejo de lo que aparentaba hace unos segundo antes de que ella se acercara mas, su ceño fruncido solo lo hacia ver mas serio de lo que su terno ya lo hacia y esos lentes oscuros lo hacían parecer mas de esas películas de agentes secretos que le gustaban tanto.
- Sra. Tanner, solo necesito que firme los papeles y podremos llevarnos a su hija - el hombre saco de su carpeta de documentos una hoja impresa y la deslizo sobre la mesa hasta quedar frente a su madre.
La mujer tomo el documento, lo levanto para observarlo mejor, miro al Sr. Akerman y luego a su hija que se negaba a despegarse de ella mientras dejaba salir de sus ojitos marrones unas cuantas lagrimas.
- Estarás bien, yo lo se - le susurro acariciando su cabecita.
La Sra. Tanner tomo un bolígrafo que el Sr. Akerman habia puesto al lado del documento y firmo el papel, luego miro de nuevo a su pequeña hija y trato de convencerse que lo que estaba haciendo era lo correcto para así tratar de que el dolor de separase no sea tan grande.
- No sera por mucho, amor.
Pero la pequeña ya no hacia caso a lo que su madre le decía para calmarla, ella simplemente habia dejado de escuchar para echarse a llorar sobre el regazo de ella.
- ¡Mamá yo quiero estar contigo! - gimoteaba la niña sin soltar a su madre.
- No te preocupes, nena. ¡Estarás en Nueva York!. ¡Veras la nieve! - trataba de animar, pero a cada palabra de la madre, la niña solo aumentaba su llanto.
La madre de la pequeña hizo una seña con su cabeza para pedirle al Sr. Akerman que las dejara solas para poder despedirse. Ella tomo a su hija entre sus brazos y ambas se fundieron en un abrazo lleno de amor, deseando que no sea el ultimo.
- ¡Mama no me dejes! - pedía la niña
- Es lo mejor para las dos, hija. Si estamos separadas él no podrá encontrarnos tan fácilmente.
- ¡Yo quiero estar contigo!
Al darse cuenta que su hija no haría nada mas que llorar, la madre solo podía abrazarla y darle todo el cariño que podía en esos minutos de despedida.
- Todo va a estar bien, hija - le susurraba una y otra vez con la esperanza de que su ángel deje de llorar.
Pasaron varios minutos antes de que la pequeña deje de llorar y asimile todo lo que estaba pasando. Ya habia empacado sus cosas, su madre le habia dicho que se llevara solo lo esencial, por lo que ella solo habia tomado una mochila y lo habia metido todo allí.
- ¿Estas lista? - pregunto cuando vio a su hija lista para salir.
La niña no respondió, solo miraba el suelo y de vez en cuando sorbía por la nariz. Esta no era la forma de arreglar las cosas y su madre lo sabia. Desde que pusieron la denuncia contra su padre las cosas habían empeorado para ellas. La policía no habia podido atraparlo y ahora estaba vagando por las calles en su búsqueda, quien sabe para que.
- Vamos, mi amor. Iré a visitarte cuando pueda, cuando arregle todas estas cosas y podamos estar juntas de nuevo.
- ¿Lo prometes? - la pequeña sentía un poco de esperanza luego de las palabras de su madre.
- Lo prometo - beso a su hija en la frente y la acompaño hasta la puerta.
El Sr. Akerman ya se encontraba listo para partir. Cuando vio a la niña salir, tomo su mochila y le abrió la puerta trasera del auto para que subiera. Cuando ella lo hizo, el cerro la puerta y se se metió directo en el asiento del conductor.
La niña pego su mano a la ventana y su madre hizo lo mismo. Ella le sonrió y susurro algo que no puedo escuchar, el auto se empezaba a mover dejando atrás a su madre.
Recostó su cabeza en la parte posterior del asiento y su mirada se vio perdida en la nada. No podía creer todo lo que habia pasado en el día que por fin podría ver la nieve caer, parecía irreal, parecía todo un mal sueño. Pero el dolor que sentía por haberse alejado de su madre le hizo saber que todo era real. Su padre era una mala persona que las estaba buscando y necesitaban protegerse, su padre...
Se deslizo hacia la parte opuesta de donde se encontraba y apoyo su mentón cerca de la ventana para poder ver el panorama, tal vez eso la haría olvidarse de todo lo que le habia pasado en un solo día.
- Tranquila, pequeña. Es mi trabajo, te prometo que todo estará bien.
- Todos me dicen eso...
- Es porque es verdad - el Sr. Akerman no quitaba la vista de la carretera.
Pero algo ya no era lo mismo en ella, el sentimiento de cariño hacia su padre ahora era totalmente diferente, por su culpa ella y su madre habían sido separadas y estaban sufriendo tanto. Desde que tuvo uso de razón le enseñaron que las personas que hacen cosas malas nunca ganan, que las personas malas tienen que pagar por sus actos...
- Tranquila, pequeña. Es mi trabajo, te prometo que todo estará bien.
- Todos me dicen eso...
- Es porque es verdad - el Sr. Akerman no quitaba la vista de la carretera.
Pero algo ya no era lo mismo en ella, el sentimiento de cariño hacia su padre ahora era totalmente diferente, por su culpa ella y su madre habían sido separadas y estaban sufriendo tanto. Desde que tuvo uso de razón le enseñaron que las personas que hacen cosas malas nunca ganan, que las personas malas tienen que pagar por sus actos...